lunes, 6 de diciembre de 2010

Mar

Te extraño

Siempre pienso cuando voy a volver

Y corro hacia vos

Como si fueras a escaparte

Pero cuando llego estás ahí

Igual de roñoso y cualunque

Pero cerca

Entonces se que soy porteña

Y que aprendí amar

Lo mismo que negué

Acá estamos los dos

Somos un poco bastante

Miserables

Si nos miran

El andrajo de los años

Y una sonrisa

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Ver http://www.youtube.com/watch?v=5zmFTMe8cVs

Para los amerindios, el uso de las palabras implica una responsabilidad social que no es una elección. El que escribe tiene una responsabilidad política con respecto a su comunidad y al mundo en el que vive. No hay diferencias jerárquicas, desde el yuyo hasta el más elder (los viejos) son la comunidad; en las ceremonias siempre tiene que haber, por lo menos, un niño y un elder. El hombre tiene, a lo largo de su vida, todas las edades.

Hoy murió un niño, todos los días muere un niño, nosotros continuamos, tenemos que continuar, la vida no se detiene, pero la mirada sí debe detenerse. La mirada tiene que contar porque las palabras son la historia de una comunidad.

Ezequiel empezó a trabajar a los cuatro años, si no antes, es decir, creció de golpe, como muchos chicos en nuestro país, no tuvo infancia ni posibilidades de elegir. Hoy veo chicos de diez años cargando carros enormes a las doce de la noche y sé que un cuerpo es un cuerpo y que cada golpe no es gratuito.

Es tan simple, que no admite una visión política, hoy y siempre las cárceles están pobladas de pobres, como en Estados Unidos están llenas de negros. Las respuestas a la vida que llevamos la tenemos allí, a la vista, no hace falta abrir un diario, sobre todo porque sabemos que nos ocultan la verdad, el caos.

A veces es bueno pensar que todo va bien, es sano, pero si dejamos que eso se convierta en una muralla, en una ilusión ideológica, nos vamos a perder en nosotros mismos, vamos a perder nuestra pertenencia a la comunidad y nunca vamos a poder encontrarnos; nada que el consumo o el éxito pueda darnos, nada en nuestra vida personal podrá llenar el terrible agujero entre nuestro ser particular y nuestro ser específico, nuestro ser social.

Para los amerindios, cuando uno se va de su hogar, de su verdadero hogar, deviene la locura.

martes, 9 de noviembre de 2010

Howard Zinn - La otra historia de Estados Unidos - 2da parte

El vocabulario de Jefferson resulta revelador: "agricultura... industria... civilización". La "mudanza" de los indios era necesaria para abrir el vasto territorio americano a la agricultura, al comercio, a los mercados, al dinero, al desarrollo de la economía capitalista moderna. Para todo esto, la tierra resultaba indispensable, así que después de la Revolución, los especuladores ricos, incluidos George Washington y Patrick Henry, compraron enormes áreas del territorio. John Donelson, un cartógrafo de Carolina del Norte, se hizo con 20 mil acres de tierra cerca de donde hoy se encuentra Chattanooga. Su yerno hizo veintidós viajes desde Nashville en el año 1795 para comprar tierras. Se llamaba Andrew Jackson.
Jackson era un especulador inmobiliario, comerciante, negrero y el más agresivo enemigo de los indios de la primitiva historia americana. Llegó a ser héroe de la guerra de 1812, que no fue (como a menudo nos dan a entender los libros de texto nortemaricanos) simplemente una guerra por la supervivencia contra Inglaterra, sino una guerra para la expansión de la nueva nación hacia tierras de Florida, Canadá y el territorio indio.
Tecumseh, un jefe shawnee y famoso orador, intentó unir a los indios contra la invasión blanca. "La tierra", dijo, "pertenece a todos, para el uso de cada uno..."
Enfurecido cuando sus colegas indios se vieron obligados a ceder una gran porción de su territorio al gobierno de los Estados Unidos, Tecumseh organizó un gran encuentro indio en 1811. Reunió a cinco mil indios en la ribera del río Tallapoosa en Alabama, y les dijo: "¡Que perezca la raza blanca. Ellos nos toman las tierras; corrompen a nuestras mujeres, pisotean las cenizas de nuestros muertos! Hay que enviarles or un rastro de sangre al sitio de donde provinieron."
Los indios creek ocupaban la mayor parte de Georgia, Alabama y Mississippi. En 1813 algunos de sus guerreros mataron a 250 personas en Fort Mims y seguidamente las tropas de Jackson quemaron un poblado creek, matando a hombres, mujeres y niños. Jackson estableció la táctica de prometer recompensas en tierras y botín.

continuará...

sábado, 6 de noviembre de 2010

Mientas crezca la hierba y corra el agua - Howard Zinn -La Otra historia de los Estados Unidos -

Si las mujeres, entre todos los grupos subordinados de una sociedad dominada por los blancos ricos, eran las que más cerca estaban de casa (de hecho, estaban en la misma casa) -las más "interiores", pues- los indios serían los más extraños, los más "exteriores". Las mujeres, al estar tan cerca y ser tan necesarias, eran tratadas con más paternalismo que fuerza. Al indio, que era innecesario -incluso era un obstáculo- se le podía tratar con fuerza bruta, aunque a veces la quema de los poblados estuviera precedida de un lenguaje paternalista.
y así, la "mudanza de los indios", como amablemente la han llamado, despejó el territorio entre los montes Apalaches y el Mississippi para que fuera ocupado por los blancos. Se despejó para sembrar algodón en el Sur y grano en el Norte, para la expansión, la inmigración, los canales, los ferrocarriles, las nuevas ciudades y para la construcción de un inmenso imperio continental que se extendería hasta el Océano Pacífico. El coste en vidas humanas no puede calcularse con exactitud, y en sufrimientos, ni siquiera de forma aproximada. La mayoría de los libros de historia que se dan a los niños pasan de puntillas sobre esta época.
En la guerra revolucionaria, casi todas las naciones indias importantes lucharon del lado británico. Sabían que si los británicos -que eran quienes habían establecido un límite a la expansión occidental de los colonos- perdían la guerra, no habría manera de contener a los norteamericanos.
Efectivamente, cuando Jefferson llegó a la presidencia en 1800, había 700000 colonos blancos al oeste de las montañas. Jefferson entonces emplazó al gobierno a promocionar la futura "mudanza" de los creeks y los cherokees de Georgia. La actividad agresiva contra los indios fue en aumento en el territorio de Indiana durante el mandato del gobernador William Henry Harrison.
Cuando, con la compra a Francia del territorio de Luisiana en 1803, se dobló el tamaño de la nación -extendiendo de esta forma la frontera occidental desde los montes Apalaches, a través del Mississippi, hasta las montañas Rocosas- Jefferson propuso al Congrso que a los indios se les debería animar a establecerse en territorios más reducidos y dedicarse a la agricultura. "... Se consideraron dos medidas urgentes. La primera era la de animarlos a que abandonaran la caza... En segundo lugar, se promocionaron las casas de comercio entre ellos... llevándoles de esta forma hacia la agricultura, la industria y la civilización...".

continúa

lunes, 25 de octubre de 2010

LINDA HOGAN

LINDA HOGAN

THE BOOK OF MEDICINES

CROSSINGS

There is a place at the center of earth

where one ocean dissolves inside the other

in a black and holy love;

it’s why the whales of one sea

know the songs of the other,

why one thing becomes something else

and sand falls down the hourglass

into another time.

Once I saw a fetal whale

on a block of shining ice.

Not yet whale, it still wore the shadow

of a human face and fingers

that had grown before the taking

back and turning into fin.

It was a child from the curving world

of water turned square,

cold, small.

Sometimes the longing in me

comes from when I remember

the terrain of crossed beginnings

when whales lived on land

and we stepped out of water

to enter our lives in air.

Sometimes it’s from the spilled cup of a child

who passed through all the elements

into the human fold,

but when I turned him over

I saw that he did not want to live

in air. He’d barely lost

the trace of gill slits

and already he was a member of the clan of crossings.

Like tides of water,

he wanted to turn back.

I spoke across elements

as he was leaving

and told him, Go.

It was like the wild horses

that night when fog lifted.

They were swimming across the river.

Dark was that water,

darker still were the horses,

and then they were gone.

CRUZAR

Hay un lugar en el centro de la tierra

en el que un océano se disuelve dentro de otro

en un amor negro y sagrado;

por eso las ballenas de un mar

conocen canciones del otro,

por eso una cosa se transforma en otra

y la arena cae en el reloj

hacia otro tiempo.

Una vez vi un feto de ballena

en un bloque de hielo brillante.

No era ballena todavía pero tenía

la sombra de una cara humana y dedos

que le habían crecido antes de desaparecer,

de convertirse en aletas.

Era un hijo del mundo

del agua en curvas y ahora estaba cuadrado,

frío, diminuto.

A veces, la nostalgia mía

viene de cuando me acuerdo

del territorio de comienzos cruzados

cuando las ballenas vivían en la tierra

y nosotros salimos del agua

hacia nuestras vidas en el aire.

A veces, de la taza derramada de un chico

que pasó a través de todos los elementos

y entró al pliegue humano,

pero cuando lo di vuelta

vi que no quería vivir

en el aire. Apenas acababa de perder

las huellas de las branquias

y ya era un miembro del clan de los cruces.

Como las mareas del agua,

quería volver.

Yo hablé a través de los elementos

mientras él se iba

y le dije, Ve.

Fue como los caballos salvajes

esa noche de niebla.

Atravesaban el río a nado.

Oscura era ese agua,

más oscuros, los caballos,

y después, ya no estaban.

domingo, 17 de octubre de 2010

Carol Arnett

THE OLD MAN SAID (fragmento)

El viejo dijo

Algunos te dirán
que no tiene
importancia. Es
mentira. Todo,
cada cosa
importa. Y
nada bueno
ocurre con rapidez.

El viejo dijo

la sabiduría de un
animal puede
medirse por
la cantidad de su excremento.
mira
qué poco de sus
restos deja
el hermano ciervo.

el viejo dijo

Los indios no fueron
hechos para vivir en
las ciudades y no lo hacen.
Algunos residen en la ciudad
pero ninguno vive allí.


viernes, 4 de junio de 2010

Belleza en Kafka

En su rigor,
en el aroma a suave
vidrio que separa
los ojos del jardín esmeradamente incompleto,
por las nubes
bajas,
y el cantero ordinario de inoxidables margaritas.
En su llanto
detenido
por la cómoda sinrazón
de un corazón que no se detiene
ni aun en sueños
aplicados
sobre el lomo absurdo
de un libro abierto,
cerca del piano,
encima de la silla,
al lado de un sombrero
de lienzo azul oscuro,
de esos que usó alguna vez
el hombre pequeño
de encorvada espalda
cuyos nudillos
golpeaban
las puertas de roble cerradas
en las roncas tardes;
buscando
aromas,
buscando sendas en donde
usar las huellas de unos pies pequeños
y penosos
en donde abrumarse
con la llovizna
húmeda
de Praga.
Allí, en la defensa labrada
de un balcón de madera
a la intemperie
mientras la pluma
con tinta negra
corregía
números y letras
no mayores a este
invierno
que destroza con su vientre
el forzado dolor
de un padre
que no golpea, ni detiene
su equipaje,
ni saborea un cigarro amargo
en la comisura floja
de unos labios a punto
de estallar.
Allí, en el balcón colgado
encima de la cabeza
de un joven
que languidece
en el oficio terrestre de
arrastrarse,
mientras los demás sumergen
sus dientes en
los días porvenir.
La suavidad,
de una noche de lechosa lectura,
de una noche cerrada
en las muescas prolijas
del picaporte
que cierra
a cada hombre.
La suavidad,
de una cama húmeda,
flojos los hierros,
los bordes de las sabanas
con filigranas
y extraños y mudos
orificios
hacia la seda y la sangre
del helecho
que humea de sueños
en los sueños.
Y en el dormitorio
de al lado,
separados por una pared
con guiños y mohines
y verrugas
del tamaño
de la cara
de la vecina
que husmea
cuando abre y descubre
que los de al lado
no son importantes
para su vida,
que no son su vida,
ni su vida
tal como la presupone ella,
es bien diferente
de los hábitos y las pequeñas
simulaciones de los que viven
al lado,
con sus ruidos
y sus misterios,
con la poca prestidigitación,
con lo poco de harina
que hay en la alacena
para amasar un mendrugo
de pan duro,
mojarlo en la tibia
taza que besa
sus labios
secos de chistes necios
y bromas
para nadie,
y el líquido baja
por dentro,
en la negrura
de una existencia
que nadie conoce
por que nadie hay
que se aventure por esos pasillos
ensalivados y negros
buscando una puerta
equivocada
para abrir.

Jorge Gómez